Detrás de la agitación en el Congreso se percibe la adrenalina y la desesperación, manifestadas en redes sociales, declaraciones apasionadas, golpes de pecho e incluso recorridos por el pleno. Se ha implementado una estrategia para mejorar la imagen del organismo legislativo, aunque analizando detenidamente, se desentrañan las verdaderas intenciones.
La principal meta de un diputado radica en su reelección. Aunque presenten iniciativas que aparentemente buscan el bien común, su astucia se revela al priorizar propuestas que generen reconocimiento, sin importar si realmente resuelven los problemas ciudadanos. Su énfasis recae en comunicar que sus acciones buscan enaltecer al país.
Comprender esta dinámica facilita el ensamblaje del rompecabezas. Se presentan argumentos como “aprovechemos alianzas para avanzar” o “respondamos a las demandas del pueblo”. Sin embargo, al examinar las propuestas, se revela la tendencia a emular autoridades o funciones de otros países, aumentar impuestos y duplicar funciones existentes.
Ante momentos de rapidez y espontaneidad, surge la pregunta: ¿por qué la premura y la solicitud de aprobación antes de revisar? Los diputados justifican esto con la supuesta exigencia de EE. UU. y la Unión Europea o la falta de regulación en el país.
Cuando un diputado insta a “aprovechar los tiempos”, recuerda a diputados votando sin lectura, desconocimiento y el interés central: la reelección. En juego, hay leyes mal redactadas, con intereses ocultos, más burocracia y el peligro de otorgar demasiado poder a funcionarios.
¿Qué sucede cuando se concede excesivo poder a alguien?